domingo, 23 de marzo de 2014

Acompañándome para acompañar en las emociones




Estar junto a alguien que está en crisis no es fácil. Acompañar en la tristeza, en la rabia, en la queja, en el desborde emocional y la pérdida de control no es fácil, ni cómodo. ¿Por qué ocurre esto?

Demasiado frecuentemente, al estar junto a alguien que sufre y expresa su sufrimiento, aparecen frases del tipo: “no pasa nada” “no llores”, “cálmate”,
...cuando la mayoría de las veces “sí pasa algo”, “necesita llorar” y además necesita hacerlo acompañado por alguien.  

Todo lo que sentimos tiene un sentido, un motivo, un “por qué”, aunque no siempre la cabeza lo entienda.
Cuando en una situación de consulta alguien nos muestra su malestar, no está haciéndolo sólo para fastidiarme a mí el día, ni porque no tenga algo mejor que hacer. 

El problema es que, si yo misma no estoy suficientemente preparada para acompañar a alguien en su malestar, si yo misma no he sido nunca BIEN acompañada en mi malestar, y no me ha quedado más remedio que hacer “cualquier cosa” para acallar mi dolor y mis lágrimas, entonces me es muy difícil estar junto a alguien que sufre sin que se remuevan mis propios malestares.

Estar junto a un niño que llora desconsoladamente moviliza a cualquiera. Estar junto a un@  adult@ que nos abre la puerta a su malestar, y nos pide que le rescatemos de ahí, pone a prueba todos nuestros cimientos. Trabajar acompañando a una mujer embarazada y/o en posparto es acompañar a alguien que está en crisis.

Hace años que imparto talleres para profesionales sanitarias, más concretamente para matronas. En estos talleres trato de mostrarles cómo, siguiendo las palabras del psicólogo Fidel Delgado “cuidamos según somos”.
Para poder atender correctamente las emociones de otra persona, antes debo atender las mías propias, o por lo menos conocerlas, tenerlas en cuenta, para que durante mi trabajo no se confundan mis malestares con los suyos, mis dolores y angustias con las suyas, mis lágrimas no lloradas desde hace tanto tiempo con la tristeza desbordada de quien ya no aguanta más.

A cada un@ nos toca hacernos responsables de nuestras emociones y nuestras vidas, pero esto es algo que en muchos casos no acabamos de asumir realmente, por muy adult@s que seamos.
El mundo de las emociones sigue siendo en muchos casos “el mundo oscuro” que intentamos mantener tapado, escondido, como si no existiera. Sin saber (o no queriendo saber), que esto no es posible.  

Cuántas veces he escuchado a las matronas este tipo de comentarios: “Es que las mujeres embarazadas son unas ñoñas”, “es que no hacen más que quejarse”, “se ponen super-infantiles y no hay quien las aguante”.

Si esto es lo que, como profesional, siento y pienso al escuchar a una mujer embarazada, posiblemente me vendría muy bien cuidarme un poco más. Y ver qué me está ocurriendo a mí. Y ver qué se me está moviendo cuando una mujer me dice este tipo de cosas.

Como profesional no puedo evitar que las mujeres embarazadas dejen de quejarse. No tengo el control sobre esto. Pero sí posiblemente puedo hacer algo para que a mí no me genere tanto malestar.

En los talleres de matronas hablamos sobre el concepto de “transparencia psíquica”, de la psiquiatra Monique Bydlowski (2007), y vemos como ese estado de sensibilidad creciente que ocurre durante el embarazo, permite que la mujer embarazada recuerde y revise asuntos pendientes de la infancia. Si esta no fue demasiado amable, inevitablemente se despertarán emociones angustiosas pendientes de “drenar”. Esto, la mujer embarazada, la mayoría de las veces, no lo sabe. 
Ella viene con sus dolores físicos, su sensación de malestar al cual casi no sabe ni ponerle nombre, y en muchas ocasiones va a la consulta pidiendo, reclamando, que la matrona o el médico ayude a aliviar su dolor:  

“¡Mamá, papá, ayudadme! ¡Me siento muy pequeña!”

Y resulta que yo, como matrona, o como médico, me encuentro con mis propios dolores, mi propia niña callada, esperando su turno para ser calmada, contenida, abrazada, y a lo mejor hoy no me encuentro en el mejor de los días para “maternar” a esta mujer embarazada que me pide con gritos silenciosos (o no tan silenciosos) algo de consuelo.

Es así. Pero si por lo menos soy consciente de lo que está ocurriendo en mi interior, entonces, y sólo entonces podré separarme por un momento de mi propia reacción emocional, para poder atender adecuadamente a la mujer que está en consulta.
Separarme de mi propia reacción emocional. Y dejarla apartada en un cajón…, en la bandeja de los asuntos pendientes…

¿Hasta cuándo?  

La mujer embarazada que se queja “no es una ñoña”, … , la matrona que se queja “no es una ñoña”. 

Cuando una mujer embarazada va a consulta mostrando su tristeza, su malestar emocional, la mayoría de las veces es la propia matrona la que mejor puede hacer un trabajo de contención emocional básico en consulta, pero si hay alguna sospecha de que el movimiento emocional que está ocurriendo en la mujer embarazada es demasiado profundo, o dura demasiado en el tiempo, existen profesionales especialistas en salud mental perinatal, picólog@s y psiquiatras, que son los más preparados para atender esto. Es importante que esto lo tengamos en cuenta. 
 
Invitación para tod@s los que trabajamos aliviando el malestar de otras personas, acompañando en las crisis vitales, y en las de todo tipo: Dediquemos un tiempo para atender nuestros malestares, nuestras heridas, querámonos un poco más. Cuidémonos para poder cuidar.   Acompañémonos para acompañar.
          
  
     


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